Podría hacer un juego de
palabras con el famoso apodo que tuvo Margaret Thatcher, “la Dama de Hierro”, o
con la acertada definición que de ella hizo François Mitterrand, que “Tenía los
ojos de Calígula y la boca de Marilyn Monroe”. Pero prefiero decir que los
logros de la “Dama de Hierro” están oxidados hoy en día, teniendo en cuenta que
ha perjudicado a las clases bajas hasta extremos alucinantes, y ha ayudado a
enriquecerse a las clases altas como nunca. Ella y su colega Ronald Reagan,
aunque él merecería capítulo aparte.
El único mérito que tuvo ella
fue acabar con las dictaduras de Europa del Este, que por sí solas acabaron
muriendo, ya estaban obsoletas, pero los ataques a las clases bajas en Gran
Bretaña, consiguiendo incluso poner a los propios ciudadanos en contra de ellas
mismas, aun se padecen, aunque hace 23 años que ella dejó de ser Primera
Ministra. La curiosa película sobre ella, de la cual salvo la gran
interpretación de Meryl Streep, nos mostraba una visión sin tomar partido, como
la de Richard Nixon que nos dio Oliver Stone (ésta última infinitamente mejor).
Cuando la guerra de las
Malvinas, yo iba con Argentina, como toda España, pero ella supo mostrar a
Europa que Argentina era una dictadura fascista, que lo era, y por lo tanto,
aquello era una especie de “guerra de liberación”. Lo curioso es que no veía
igual a la dictadura de Chile, a cuyo dictador, detenido en Londres por
Baltasar Garzón, sólo le faltó exigir para él como desagravio el Premio Nobel
de la Paz.
Margaret Thatcher fue para
muchos de sus compatriotas, y hablo de los de clase baja, claro, lo mismo que
es Vladimir Putin para los rusos que padecen su Régimen tiránico, aunque por
suerte Thatcher no necesita contratar asesinos a sueldo para matar a disidentes
ni envenenarlos con polonio radiactivo. El Presidente ruso comparte con su
colega desaparecida el mismo tipo de demagogia, la misma habilidad para que la
gente que creía en sus palabras linchara, aunque fuera virtualmente, a los que
ella odiaba.
Y los que más le apoyaban era
la Aristocracia, aquella clase social que desde hace más de un siglo no
consigue apenas adaptarse a los nuevos tiempos, cuando dejó de ser la que
llevaba el poder en todo Occidente. La Revolución francesa marcó el principio
del fin del dominio aristocrático, y durante el siglo XIX pasó a ser la
burguesía la que domina ahora, que no es agradable tampoco, pero mejor que sea
ésta que la Aristocracia. Volvamos con Thatcher: su obstinación en volver a un
mundo ya caduco le sirvió durante un decenio, pero el principio del fin de su
carrera política lo provocó aquella tasa llamada “Poll Tax”, que provocó
incluso la rebelión de su propio partido político y hubo de dimitir.
Aunque ya no estaba en la
Política, y antes de sufrir el Alzheimer que tenía, de vez en cuando gustaba de
montar polémicas muy suyas, como insultar a las mujeres españolas diciendo que
tienen bigote (será por que alguna se ligó a algún inglés que a ella le
gustaba) o decir que Pinochet ayudó a traer la democracia a Chile, cuando el
tirano esperaba ganar un referéndum que creía que legitimaría su Régimen
criminal. Thatcher ha hecho que para ser alguien en Gran Bretaña, o haces como
el protagonista de “Match Point” de Woody Allen, es decir, o te casas con una
hija de familia rica fingiendo estar enamorada de ella para salir de la
miseria, o no hay nada que hacer.
Winston Churchill tuvo más
tacto que ella, era de su mismo partido, pero supo hacer mejor bien a sus
conciudadanos. Ya nos hubiera gustado ver a Thatcher en una guerra en el mismo
Londres, como su antecesor. Seguro que no habría sido para nada lo mismo.
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