No he querido
apenas leer este fin de semana las respuestas a la convocatoria de la consulta
en Catalunya. Es por que ya me suponía cómo serían. Con la misma cortedad de
miras que tenía Carmen Franco, por ejemplo, cuando se creía que todo el mundo
era Sodoma y Gomorra menos la España franquista, claro. El otro día, viendo la
miniserie sobre la famosa visita de Eva Perón a España, pude ver cómo a la
prepotente mujer de Franco le caía mal la Primera Dama argentina, y eso que
venía de un país aliado, el único que encontró la dictadura franquista en el
planeta. Se comportaba “la Collares”, como se la llamaba despectivamente por su
afición a llevar tantos collares como Antonio Gala a llevar toda clase de
bastones, como una inquisidora, y no podía evitar, valga la redundancia, de ver
a Evita como si ella fuera una especie de prostituta de lujo, con sus abrigos
ostentosos, sus vestidos escotados o sin mangas e incluso cuando en una escena
quería enseñar a bailar el tango a Carmencita, la hija del Caudillo. Eso ya fue
el colmo para la reprimida señoritinga de costumbres medievales, educada entre
monjas y que le habían enseñado que bailar agarrado era pecado mortal. Todo
esto se podría aplicar a la gente, desde políticos a periodistas, que sin saber
ni querer tener la amplitud de miras y el espíritu deportivo que ha demostrado
tener David Cameron ante el referéndum de Escocia, han dicho de todo contra
Catalunya y contra su Presidente como quien se cree “más papista que el Papa” o
que se cree el único decente que queda en el planeta Tierra. A los británicos
no les hizo ninguna gracia el referéndum escocés, claro, no nos vamos a
engañar, sería para ellos como cuando el fin del Imperio Británico, pero su
concepto de la Democracia está arraigado de verdad. Y Canadá, que es país de la
Commonwealth, donde la Reina Isabel II es Jefe de Estado simbólicamente,
concedió a la francófona y “afrancesada” provincia del Québec hasta dos
oportunidades de hacer un referéndum, todas ellas con resultado negativo, como
la de Escocia, pero se la concedieron. Y luego tan amigos. Los quebequeses, que
no son tontos y también son pacíficos, decidieron esperar a otra oportunidad.
Volviendo a la consulta catalana, si quieren un buen resultado los unionistas,
que se esmeren como hicieron los británicos. Ni tanques, ni amenazas, ni nada.
Simplemente se unieron a la gente local para conseguir votos favorables al No,
contando con que sólo podían votar los censados en Escocia (escoceses de pro
como los actores Sean Connery o Ewan McGregor, al residir en el extranjero, no
podían votar). Eso tendrán que hacer en Catalunya. Pero como no saben hacer las
cosas más allá de esas películas donde el “héroe” sólo entiende de peleas tabernarias,
pues sólo consiguen que los partidarios del Sí crezcan como la lista de
actrices porno que han rodado escenas con Rocco Siffredi, aunque no tuvieran
sexo con él. Esto ya se lo reprochó a ellos incluso un unionista convencido
como Javier Nart: “Con su actitud, están creando muchos independentistas cada
día”. Y en el extranjero, aunque dicen que es un asunto interno español,
acabarán haciendo como en Kosovo, en donde aprovecharon para introducir sus
empresas, sus productos e incluso sus películas, como Francia o los Estados
Unidos.
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