No juzgaremos aquí exactamente si Pedro Sánchez, flamante
(y atractivo sobre todo, según las mujeres) nuevo Secretario General del PSOE
hizo bien o no llamando en directo al teléfono móvil de Jorge Javier Vázquez en
“Sálvame” y salir al día siguiente en “El hormiguero” sometiéndose a las mismas
pruebas y gracietas que cualquier famoso invitado, fuese Will Smith o Los Del
Río, estuvo acertado o no. Cada partido sabe lo que le conviene para conectar
con el electorado.
Lo que pasa es que
cuando un partido se ha formado cierta fama o ciertos gustos culturales, el
salir en un programa de cotilleos es un error, pues allí, el votante más culto
que encontrará es una señora de pueblo que cree que Aristóteles es el portero
de la selección griega de fútbol. Allá él si cree que ahí habrá un sitio seguro
de votantes.
Antes, su partido
buscaba votos en apoyar a estamentos culturales, y no me refiero sólo a recibir
famosos actores apoyando al político de turno, como la “zeja” de Zapatero, lo
cual no gustó nada a la derecha, la cual apenas tiene a José Luis Garci, el
cual, inteligentemente, no quiere dejarse manejar demasiado por los políticos.
Pero Pedro Sánchez
no ha sido el primer político tentado por salir en un espectáculo “popular”
para chupar cámara, eso le gusta a todos los políticos, lo que les dé votos a
corto plazo, desde que el mundo es mundo. Rajoy
ya le “precedió” asistiendo al preestreno de una de las entregas de “Torrente”,
películas alejadas del gusto de los dirigentes del PP pero que gustan mucho
entre muchos de sus militantes.
Eso sí, ha habido
casos de políticos apareciendo como actores en películas o series, y sé que me podría referir a Alberto Ruíz
Gallardón apareciendo en dos escenas de “Holmes & Watson, Madrid Days” de
José Luis Garci, interpretando a su tío abuelo Isaac Albéniz, lo cual dio
mucho que hablar, aunque afortunadamente las escenas estorbaban poco a la no
obstante poco valorada última película del cineasta madrileño.
Pero los políticos
sí pierden la cabeza, cinematográficamente hablando, cuando quieren apoyar el
rodaje o el estreno de una película cuando creen que les puede favorecer
políticamente, o que difunda valores parecidos a los que defienden en sus
mítines, o cuando saben que tal o cual cineasta o actor es muy querido en su
ciudad.
Estos tres ejemplos
los vimos entre los años 2007 y 2008 con el rodaje y estreno de dos películas, “Vicky Cristina Barcelona” de Woody Allen y
“Sangre de Mayo” del propio Garci. Ambas apoyadas fuertemente por políticos
de muy distinto signo, la primera por el Ayuntamiento de Barcelona y la
Generalitat de Catalunya, cuando en ambos estaba el PSC, y la segunda por la
Comunidad de Madrid del PP, cuando estaba Esperanza Aguirre.
Cuando el Ayuntamiento
barcelonés de Jordi Hereu propuso en 2006 a Woody Allen rodar una película en
Barcelona, mientras el maestro neoyorkino rodaba sus películas en Europa al
encontrar aquí más libertad artística que en su país, éste aceptó. Allen conocía la ferviente admiración que
la capital catalana le tiene, ya que sus personajes, aunque muy de Nueva York,
tenían mucho en común con el barcelonés medio, sobre todo los intelectuales.
Antes de empezar el rodaje, se desataba la polémica, con
las subvenciones de más de una Conselleria de la Generalitat, no sólo la de
Cultura, sino también la de Turisme, y la del propio Ayuntamiento. Cuando la
presentación del rodaje, Allen tuvo que soportar agasajos, discursos de
agradecimiento y muchos políticos del PSC haciéndose la foto con él, viéndosele
agobiado y pasando de todo, además de soportar el calor húmedo barcelonés, que
él, tan aprensivo, aguantaba como podía con su gorro de pescador que se hizo
famoso. Pese a todo ello,
los barceloneses aceptaron todo esto, tal era su ilusión en salir en una
película de Allen ligando con chicas a base de llevarlas al cine a ver ciclos
de Bergman o de Fellini (nada de cine romántico de Hollywood, por supuesto,
algo que Allen detesta).
Cuando el rodaje,
también hubo polémica al haberse de cortar algunas calles barcelonesas durante
horas, con el cabreo de algunos vecinos que no podían llegar a sus casas, y
aglomeraciones de curiosos en cada zona de rodaje. Pero igualmente se aceptaba,
era Woody Allen, un dios para los barceloneses y en el fondo igual que ellos.
Al estrenarse por fin “Vicky Cristina Barcelona”, hubo
una cierta decepción, ya que se reconocían muchas localizaciones de Barcelona,
la ciudad lucía preciosa, pero apenas se reconocía la idiosincrasia catalana.
Javier Bardem y Penélope Cruz resultaban tan barceloneses como lo sería Dennis
Hopper.
Lo mejor de la película, la visión de la naturaleza
humana que Allen sabe mostrar como nadie, si nos olvidábamos de la Barcelona
con música de Paco De Lucía, donde no se oye una palabra de catalán y que
además la única música catalana de la banda sonora, “El noi de sa mare”, se
escuchaba en las escenas rodadas en Oviedo, que también salía muy bella, donde
Allen recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, justísimo, por
cierto.
Los partidos de
derecha de Barcelona no estuvieron nunca a favor de contratar a Allen, ya que
ellos preferirían a Spielberg, sabiendo que a ellos les gustan más las
películas “para toda la familia”, mientras que Allen les debe de parecer un
degenerado, pero al final aceptaron y se apuntaron al carro de ir todos a ver
la película en el estreno.
“Vicky Cristina
Barcelona”, a pesar de todo lo anterior, fue un éxito y el dinero de las
subvenciones se recuperó completamente. Todo lo contrario pasó con otra
película rodada y estrenada también en 2007 y 2008. Era “Sangre de Mayo” de
José Luis Garci, que recibió el encargo de mostrar los hechos del Dos de Mayo
de 1808, ya conocidos. Esperanza Aguirre, amiga personal de Garci, le
presentaba como el director adecuado “…Por
que ganó el Óscar”, diciendo esto como si tener la estatuilla ya te
convirtiera en el mejor director del mundo y de todos los tiempos.
Si relatáramos aquí
todos los detalles del presupuesto, rodaje, estreno y recaudación,
necesitaríamos muchísimas páginas, pero les diremos que la Comunidad de Madrid
dio 15 millones de euros de subvención, el 100 % del presupuesto (sí, han leído
bien, cuando la película de Woody Allen no recibió ni un millón), que se
gastaron casi todo en decorados de la época, unos 50 (impecable trabajo de Gil
Parrondo como Director Artístico), vestuario y ambientación. Pero la película
fue un fracaso comercial absoluto, ya que sólo recaudó 700.000 euros, un 5 %
del presupuesto, y tuvo malas críticas, mostrando que a Garci le venía grande una
película así, cuando a él se le dan mejor las historias intimistas, con pocos
personajes y un ritmo pausado.
Aun así, Aguirre
quiso utilizar la película en provecho personal, como si fuera la defensora de
un artista incomprendido (Garci, por supuesto), y resultó patética su sermón al
Embajador de Francia en el estreno, diciéndole: “Ustedes [los franceses] deben
de enterarse de una vez de que su Historia está llena de luces y sombras”. El
Embajador, muy diplomático, por supuesto, dijo que le gustó la película y que
apoyaría su estreno en Francia, cosa que al final no ocurrió.
Mientras la derecha
se rasgaba las vestiduras con las subvenciones a la película de Allen, nadie
del PP dijo ni pío cuando los 15 millones para la de Garci. Creerían que
saldría una obra de arte, que Garci volvería a ser el número uno y que
Almodóvar sería olvidado.
Mientras, Woody
Allen recibió ofertas de Paris y Roma para dos nuevas películas, y allí ya
cuidó más el retrato de ambas. Por cierto, viendo la segunda, “A Roma con amor”,
si nos acordamos de la escena ambientada en la Capilla Sixtina vaticana, donde
aparece Penélope Cruz encarnando a una desinhibida prostituta, cuando alguien
contaba cómo Miguel Ángel había pintado la capilla
(“Miguel Ángel hizo aquí un trabajo duro, tuvo que pintar el techo tumbado de
espaldas. ¿Os imagináis a alguien trabajando tumbado de espaldas?”), ella
sin inmutarse contestó: “Yo sí”.
Todo un chiste sexual, sutil e inteligente a costa del Vaticano. Yo siempre pensé que qué cara hubiera
puesto Ana Botella si le hubiera encargado a Allen una película ambientada en
Madrid, y la escena en que saliera la Catedral de La Almudena fuera así…
Es verdad que lo
que hizo Pedro Sánchez ha sido mucho peor, que los políticos del PSC sólo
hicieron realidad lo que toda Barcelona soñaba, ver a Woody Allen rodando en su
ciudad, pero cuando políticos que además no tienen ni idea de cómo gestionar la
Cultura la gestionan, dan ganas de decirlos que se vayan a su casa, que los
artistas ya la gestionaremos. Y mejor.
Un consejo para Pedro Sánchez: Pablo Iglesias tiene
suficiente para transmitir su mensaje con salir en programas como "La
Sexta Noche", o en las tertulias de La Tuerka TV. Si uno no tiene gracia,
no salga en programas cómicos. Son más creíbles en reuniones de poesía.
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