martes, 28 de octubre de 2014

TARJETAS BLACK O DE TODOS LOS COLORES, DA IGUAL, ES CORRUPCIÓN



Hace semanas que es un tema de actualidad, y mucho. Lo que pasa es que en vez de ser una de aquellas armas de destrucción masiva que nunca se encontraron en Iraq y que motivó una guerra que sus inductores sólo justificaban para salvar al mundo de un tirano como Sadam Hussein, hay un arma de corrupción masiva, que ha salpicado a todos los partidos políticos importantes (PP, PSOE e IU), y no es “una cosa que hace ruido y mata”, como decía uno de los ositos grises de “Jacky, el oso de Tallac”.
No, ese arma es una simple tarjeta de crédito de plástico, como todas las tarjetas de crédito, y su uso, que para un currante normal como cualquiera de nosotros es inocente, pues no lo es para los que han empleado las “tarjetas black”, y cuanto más se van saliendo de detalles sórdidos de cómo se han utilizado esas tarjetas, para pagar según qué cosas y todo lo demás, hace que las historias de sordidez humana salidas de novelas baratas o más comerciales no parezcan tan descabelladas, incluso nos parecen reales y cercanas.
Lo triste es que esas tarjetas han salpicado a casi todos los partidos políticos, da igual la ideología, les ha salpicado igual. Debe ser que el dinero o el poder corrompe, y eso es algo muy humano y aunque duela decirlo, es tan antiguo como la Humanidad, una frase tópica, pero cierta; lean cualquier libro de Historia o cualquier enciclopedia para saber cómo se las gastaban durante el Imperio Romano, y desde entonces se ha conseguido solucionar o apaciguar un poco la podredumbre de entonces, capaz incluso de cometer asesinatos y masacres por el poder o por unas migajas del mismo.
Todo Gobierno tiene el deber de cuidar que el funcionamiento de cualquier empresa, pública o privada, sea transparente y honrado, sobre todo las primeras, y con unas normas de comportamiento y control periódico a las segundas, pero ocurre que las salvajes disputas por el poder, incluso entre gente de un mismo grupo o partido, desatan los instintos más primitivos del ser humano, aunque ahora ya no pueden matar abiertamente, claro, arriesgándose a acabar en la cárcel, y claro, no va a contar quien mate, como en las películas, con un grupo de fieles que asalte la prisión y le libere.
No, no me meto en un lío al reflexionar sobre la complejidad de un problema como el que aquí comentamos, que no se puede resumir en cuatro líneas ni en cuatro tópicos. Lo más triste sería que gente que era honrada antes de verse con tanto dinero en la mano, o mejor dicho, con una tarjeta de crédito que les dejaba a su disposición tanto dinero, tantos ceros que nunca habían visto de cerca en su vida, nada más que en las películas de Hollywood con actores que cobraban esas millonadas, que ya dices que te vas a pegar la gran vida, que ya te has cansado de tantas privaciones desde que eras un niño. Es decir, adiós a tener que ir al trabajo en autobús o en un miserable vehículo de segunda mano o pequeño, como aquellos entrañables SEAT 600 que no podían ir a más de 120 kms./h. como máximo, ni trucando el motor. Adiós también a electrodomésticos, ropa y muchas cosas de pobre calidad y poco coste.
Pero con la crisis actual, habiendo tantos parados, tanto despilfarro descarado nos ha parecido un insulto. Los que tenemos un poco de dinero en la cuenta del Banco, incluidos los que nos quedamos sin trabajo pero cobramos la indemnización (el FOGASA) por tantos años trabajados, no nos hemos lanzado a gastárnoslo en pocos días. Yo utilicé el que me dieron para pagar préstamos que había pedido hace años y otras deudas, y conservo bastante del que quedó. No me lanzo a comprarme coches de lujo (yo no sé conducir, necesitaría un chófer) ni ropa cara. Es más, como Pablo Iglesias, he comprado parte de mi ropa en Alcampo.
Los corruptos tienen que pagar por lo que han hecho. Lo malo es que los partidos sólo permitirán que pague el que menos les sirva, pues si es un pez gordo, como Rodrigo Rato, no permitirán que sea procesado, pues sabe demasiado de ciertas cosas del partido, y con miedo de que él se ofenda si le dejan solo ante la Justicia y decida vengarse contándolo todo, como Bárcenas. Por ahora, en el partido de éste último, y puede que pase igual con Rato, se han desentendido tanto de él que ahora es un extraño, cuando antes le animaban como con aquellos inefables SMS de Mariano Rajoy.
No me importa de qué color sean esas tarjetas de crédito. Las de mi Banco sé de qué color son, por ejemplo amarillas, y me van de maravilla, pago dinero con ella sólo de mi cuenta bancaria, donde sólo hay dinero ganado con mi trabajo anterior y con el que percibo hasta que encuentre trabajo nuevo. No hay ni un solo céntimo ganado de manera fraudulenta. Además, no conozco a ningún pez gordo de ningún sitio. Eso somos los currantes de clase media que nos ha arruinado la crisis y la falta de escrúpulos de esta panda de gente que se merece todos los adjetivos despectivos del Diccionario.



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