Hace semanas que es
un tema de actualidad, y mucho. Lo que pasa es que en vez de ser una de
aquellas armas de destrucción masiva que nunca se encontraron en Iraq y que
motivó una guerra que sus inductores sólo justificaban para salvar al mundo de
un tirano como Sadam Hussein, hay un arma de corrupción masiva, que ha
salpicado a todos los partidos políticos importantes (PP, PSOE e IU), y no es
“una cosa que hace ruido y mata”, como decía uno de los ositos grises de
“Jacky, el oso de Tallac”.
No, ese arma es una
simple tarjeta de crédito de plástico, como todas las tarjetas de crédito, y su
uso, que para un currante normal como cualquiera de nosotros es inocente, pues
no lo es para los que han empleado las “tarjetas black”, y cuanto más se van
saliendo de detalles sórdidos de cómo se han utilizado esas tarjetas, para
pagar según qué cosas y todo lo demás, hace que las historias de sordidez
humana salidas de novelas baratas o más comerciales no parezcan tan
descabelladas, incluso nos parecen reales y cercanas.
Lo triste es que esas
tarjetas han salpicado a casi todos los partidos políticos, da igual la
ideología, les ha salpicado igual. Debe ser que el dinero o el poder corrompe,
y eso es algo muy humano y aunque duela decirlo, es tan antiguo como la
Humanidad, una frase tópica, pero cierta; lean cualquier libro de Historia o
cualquier enciclopedia para saber cómo se las gastaban durante el Imperio
Romano, y desde entonces se ha conseguido solucionar o apaciguar un poco la
podredumbre de entonces, capaz incluso de cometer asesinatos y masacres por el
poder o por unas migajas del mismo.
Todo Gobierno tiene
el deber de cuidar que el funcionamiento de cualquier empresa, pública o
privada, sea transparente y honrado, sobre todo las primeras, y con unas normas
de comportamiento y control periódico a las segundas, pero ocurre que las
salvajes disputas por el poder, incluso entre gente de un mismo grupo o
partido, desatan los instintos más primitivos del ser humano, aunque ahora ya
no pueden matar abiertamente, claro, arriesgándose a acabar en la cárcel, y
claro, no va a contar quien mate, como en las películas, con un grupo de fieles
que asalte la prisión y le libere.
No, no me meto en un
lío al reflexionar sobre la complejidad de un problema como el que aquí
comentamos, que no se puede resumir en cuatro líneas ni en cuatro tópicos. Lo
más triste sería que gente que era honrada antes de verse con tanto dinero en
la mano, o mejor dicho, con una tarjeta de crédito que les dejaba a su
disposición tanto dinero, tantos ceros que nunca habían visto de cerca en su
vida, nada más que en las películas de Hollywood con actores que cobraban esas
millonadas, que ya dices que te vas a pegar la gran vida, que ya te has cansado
de tantas privaciones desde que eras un niño. Es decir, adiós a tener que ir al
trabajo en autobús o en un miserable vehículo de segunda mano o pequeño, como
aquellos entrañables SEAT 600 que no podían ir a más de 120 kms./h. como
máximo, ni trucando el motor. Adiós también a electrodomésticos, ropa y muchas
cosas de pobre calidad y poco coste.
Pero con la crisis
actual, habiendo tantos parados, tanto despilfarro descarado nos ha parecido un
insulto. Los que tenemos un poco de dinero en la cuenta del Banco, incluidos
los que nos quedamos sin trabajo pero cobramos la indemnización (el FOGASA) por
tantos años trabajados, no nos hemos lanzado a gastárnoslo en pocos días. Yo
utilicé el que me dieron para pagar préstamos que había pedido hace años y
otras deudas, y conservo bastante del que quedó. No me lanzo a comprarme coches
de lujo (yo no sé conducir, necesitaría un chófer) ni ropa cara. Es más, como
Pablo Iglesias, he comprado parte de mi ropa en Alcampo.
Los corruptos tienen
que pagar por lo que han hecho. Lo malo es que los partidos sólo permitirán que
pague el que menos les sirva, pues si es un pez gordo, como Rodrigo Rato, no
permitirán que sea procesado, pues sabe demasiado de ciertas cosas del partido,
y con miedo de que él se ofenda si le dejan solo ante la Justicia y decida
vengarse contándolo todo, como Bárcenas. Por ahora, en el partido de éste
último, y puede que pase igual con Rato, se han desentendido tanto de él que
ahora es un extraño, cuando antes le animaban como con aquellos inefables SMS
de Mariano Rajoy.
No me importa de qué
color sean esas tarjetas de crédito. Las de mi Banco sé de qué color son, por
ejemplo amarillas, y me van de maravilla, pago dinero con ella sólo de mi
cuenta bancaria, donde sólo hay dinero ganado con mi trabajo anterior y con el
que percibo hasta que encuentre trabajo nuevo. No hay ni un solo céntimo ganado
de manera fraudulenta. Además, no conozco a ningún pez gordo de ningún sitio.
Eso somos los currantes de clase media que nos ha arruinado la crisis y la
falta de escrúpulos de esta panda de gente que se merece todos los adjetivos
despectivos del Diccionario.
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