Hoy he leído un artículo de Laurent Joffrin, redactor-jefe del diario
francés “Libération”, donde criticaba a Éric Zemmour, escritor, periodista y
polemista nato muy conocido en Francia, un tipo peculiar, ya que es judío
francés, defensor de la soberanía nacional frente a la injerencia extranjera,
antifeminista convencido, anti-islamista, anti-homosexual y anti-inmigración,
además de conservador furibundo.
Quizás algo que no hayamos visto ya, pero hace pocas noches, en un programa
de la televisión francesa, Zemmour sorprendió a todos con su visión sobre la
Francia de Vichy (la Francia ocupada por los nazis que tenía un Gobierno títere
en la pequeña ciudad del mismo nombre), diciendo que el mariscal Philippe
Pétain, jefe de aquel Gobierno, al contrario de lo que se dice, salvó a muchos
judíos de la muerte segura en campos de concentración. Y lo presentaba casi
como un héroe incomprendido, de lo que deducimos que hubiera merecido el Premio
Nobel de la Paz.
No estaría mal que recordáramos que Pétain, para la mayoría de franceses,
fue un traidor vendido a los invasores alemanes, lo que manchó para siempre su
fama de héroe de la I Guerra Mundial en batallas como la de Verdun, y acabó
condenado a cadena perpetua en el penal de la isla de Yeu, muriendo allí en
1951.
El Régimen político que dirigió fue semejante al de Franco en España (a
quien admiraba y fue Embajador de Francia en Madrid en 1939-40),
ultraconservador, racista y opresor, sobre todo con sus compatriotas judíos,
que acabaron muchos delatados por sus vecinos y enviados a los campos de
exterminio. Y la Resistencia francesa, liderada por el general De Gaulle desde
Londres, luchaba contra el traidor, sus cómplices y los invasores nazis, a los
que Zemmour defiende.
Laurent Joffrin define a Zemmour como un “agente lepenista”, es decir,
alguien próximo al Front National aunque sea de UMP, y que actúa por
“nacionalismo imbécil, tomando finalmente partido por la colaboración [con los
alemanes]”. Esto de ensalzar a Pétain es algo extraño en alguien de origen
judío, pues los judíos franceses boicotean, con toda la razón del mundo,
cualquier tipo de homenaje al mariscal, como negarse a que su tumba esté plena
de flores cuando el aniversario de la batalla de Verdun o cualquier otro.
Es más lógico esto en el Front National, donde casi todos sus dirigentes
tienen a Pétain como un héroe y un santo, y niegan todo mal trato a los judíos
franceses, a los que dicen respetar. Mentira y pose de márketing, claro, pues
ellos repiten, como loros, que el Holocausto nazi nunca ocurrió y alguno de
ellos seguro que se enerva cuando la televisión emite películas como “La lista
de Schindler” de Steven Spielberg, que para ellos y para los Gobiernos de
algunos países musulmanes es “Propaganda judía en detrimento de
Alemania”,como se dijo en Malaysia.
Esto no es desconocido por aquí, donde la extrema derecha quiere poner a
Francisco Franco y a su criminal Régimen político a la altura de Jesucristo y
los Doce Apóstoles juntos, exigiendo sus partidarios que la Iglesia Católica lo
canonice, así directamente, sin pasar por la beatificación, como cualquier
santo normal y corriente.
Están obsesionados por ser los “buenos”, y se olvidan de que con el
Caudillo, nunca pasó España de un país de segunda o tercera categoría, donde
lo único que encontraba el visitante extranjero que llegaba que fuera de verdad
“glorioso” y “celestial” era las maravillosas playas en donde podía tomar el
sol, sin seguir para nada las “decentes” costumbres patrias. Luis García
Berlanga lo plasmó muy bien en su película “¡Vivan los novios!”, rodada en
Sitges, donde los españoles quedaban a la altura de payasos de circo frente a
guapas chicas francesas, suecas o irlandesas absolutamente desinhibidas,
capaces de montárselo hasta con el apoderado del Banco donde trabajaba el
protagonista, tan decente, casado y con hijos, el señor aquel, pero encantado
de acostarse con tres chicas a la vez. Y la escena final del funeral es
antológica, con el protagonista intentado escaparse para irse con las guapas
extranjeras, mientras que la cámara, en una toma aérea, forma un plano cuyo
conjunto sugería la bandera del Vaticano, por aquello de que Franco tuvo que
renunciar a su privilegio de elegir Obispos para España. Es decir, que ni siquiera
la Iglesia ni el Papa "comulgaban" con la sociedad franquista.
Esto, claro, no querrán reconocerlo los apologetas de los dictadores que he
mencionado aquí: en Francia con Pétain y en España con Franco. Ni que fueron
dictadores ni sus Regímenes opresores y puritanos. Ni tampoco de que Franco
nunca viajó al extranjero siendo Jefe del Estado por que creía que sería
detenido o atacado, lo que utilizaba el Régimen para atacar a la “Conjura
internacional contra nuestra Patria”, en medio de aquel culto a la personalidad
tan típico de las dictaduras, pleno de frases rimbombantes que hacen reír hoy
en día cuando revisitamos el “No-Do”, con sus locutores cursis y las músicas
elegidas, que más que darle solemnidad a cada escena le daban un aire cómico
sin querer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario