jueves, 9 de octubre de 2014

UN ESCRITOR JUDÍO FRANCÉS HACE APOLOGÍA DE LA FRANCIA DE VICHY EN LA TELEVISIÓN FRANCESA



Hoy he leído un artículo de Laurent Joffrin, redactor-jefe del diario francés “Libération”, donde criticaba a Éric Zemmour, escritor, periodista y polemista nato muy conocido en Francia, un tipo peculiar, ya que es judío francés, defensor de la soberanía nacional frente a la injerencia extranjera, antifeminista convencido, anti-islamista, anti-homosexual y anti-inmigración, además de conservador furibundo.
Quizás algo que no hayamos visto ya, pero hace pocas noches, en un programa de la televisión francesa, Zemmour sorprendió a todos con su visión sobre la Francia de Vichy (la Francia ocupada por los nazis que tenía un Gobierno títere en la pequeña ciudad del mismo nombre), diciendo que el mariscal Philippe Pétain, jefe de aquel Gobierno, al contrario de lo que se dice, salvó a muchos judíos de la muerte segura en campos de concentración. Y lo presentaba casi como un héroe incomprendido, de lo que deducimos que hubiera merecido el Premio Nobel de la Paz.
No estaría mal que recordáramos que Pétain, para la mayoría de franceses, fue un traidor vendido a los invasores alemanes, lo que manchó para siempre su fama de héroe de la I Guerra Mundial en batallas como la de Verdun, y acabó condenado a cadena perpetua en el penal de la isla de Yeu, muriendo allí en 1951.



El Régimen político que dirigió fue semejante al de Franco en España (a quien admiraba y fue Embajador de Francia en Madrid en 1939-40), ultraconservador, racista y opresor, sobre todo con sus compatriotas judíos, que acabaron muchos delatados por sus vecinos y enviados a los campos de exterminio. Y la Resistencia francesa, liderada por el general De Gaulle desde Londres, luchaba contra el traidor, sus cómplices y los invasores nazis, a los que Zemmour defiende.



Laurent Joffrin define a Zemmour como un “agente lepenista”, es decir, alguien próximo al Front National aunque sea de UMP, y que actúa por “nacionalismo imbécil, tomando finalmente partido por la colaboración [con los alemanes]”. Esto de ensalzar a Pétain es algo extraño en alguien de origen judío, pues los judíos franceses boicotean, con toda la razón del mundo, cualquier tipo de homenaje al mariscal, como negarse a que su tumba esté plena de flores cuando el aniversario de la batalla de Verdun o cualquier otro.
Es más lógico esto en el Front National, donde casi todos sus dirigentes tienen a Pétain como un héroe y un santo, y niegan todo mal trato a los judíos franceses, a los que dicen respetar. Mentira y pose de márketing, claro, pues ellos repiten, como loros, que el Holocausto nazi nunca ocurrió y alguno de ellos seguro que se enerva cuando la televisión emite películas como “La lista de Schindler” de Steven Spielberg, que para ellos y para los Gobiernos de algunos países musulmanes es “Propaganda judía en detrimento de Alemania”,como se dijo en Malaysia.



Esto no es desconocido por aquí, donde la extrema derecha quiere poner a Francisco Franco y a su criminal Régimen político a la altura de Jesucristo y los Doce Apóstoles juntos, exigiendo sus partidarios que la Iglesia Católica lo canonice, así directamente, sin pasar por la beatificación, como cualquier santo normal y corriente.



Están obsesionados por ser los “buenos”, y se olvidan de que con el Caudillo, nunca pasó España de un país de segunda o tercera categoría, donde lo único que encontraba el visitante extranjero que llegaba que fuera de verdad “glorioso” y “celestial” era las maravillosas playas en donde podía tomar el sol, sin seguir para nada las “decentes” costumbres patrias. Luis García Berlanga lo plasmó muy bien en su película “¡Vivan los novios!”, rodada en Sitges, donde los españoles quedaban a la altura de payasos de circo frente a guapas chicas francesas, suecas o irlandesas absolutamente desinhibidas, capaces de montárselo hasta con el apoderado del Banco donde trabajaba el protagonista, tan decente, casado y con hijos, el señor aquel, pero encantado de acostarse con tres chicas a la vez. Y la escena final del funeral es antológica, con el protagonista intentado escaparse para irse con las guapas extranjeras, mientras que la cámara, en una toma aérea, forma un plano cuyo conjunto sugería la bandera del Vaticano, por aquello de que Franco tuvo que renunciar a su privilegio de elegir Obispos para España. Es decir, que ni siquiera la Iglesia ni el Papa "comulgaban" con la sociedad franquista.



Esto, claro, no querrán reconocerlo los apologetas de los dictadores que he mencionado aquí: en Francia con Pétain y en España con Franco. Ni que fueron dictadores ni sus Regímenes opresores y puritanos. Ni tampoco de que Franco nunca viajó al extranjero siendo Jefe del Estado por que creía que sería detenido o atacado, lo que utilizaba el Régimen para atacar a la “Conjura internacional contra nuestra Patria”, en medio de aquel culto a la personalidad tan típico de las dictaduras, pleno de frases rimbombantes que hacen reír hoy en día cuando revisitamos el “No-Do”, con sus locutores cursis y las músicas elegidas, que más que darle solemnidad a cada escena le daban un aire cómico sin querer.




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