miércoles, 12 de noviembre de 2014

PEDRO JOTA RAMÍREZ Y SUS SIETE PECADOS CAPITALES



Érase una vez un periodista tan importante, tan importante, y tan bueno, tan bueno, que podría haber escrito él solo todos los artículos y columnas de un periódico, pues nadie como él sabía encontrar el punto justo, la justa belleza de cada renglón, de cada sílaba, del punto justo de la frase exacta que iba a atraer la mirada del lector, habitual o no del periódico.
Parece un dios, pues sólo un dios podría ser perfecto, pero no, no es ningún dios. O él mismo se cree lo contrario. Me refiero al periodista Pedro José Ramírez, más conocido por Pedro Jota, el de los tirantes, que en esto sucedió a Manuel Fraga, y los convirtiera en parte de su personalidad, como Groucho Marx con su bigote pintado y su cigarro puro, o Woody Allen con sus gafas de pasta, o Pablo Iglesias (el de Podemos) con su coleta. Es decir, nadie más terrenal que cualquiera de nosotros, nada divino ni celestial.
Cuando dirigía Diario 16, su estilo periodístico era sensacionalista, un estilo de Prensa casi inexistente en España. Cada dos por tres se metía en líos por artículos con tonos escandalosos, que en aquella España que aun salía del anticuado puritanismo franquista no sentaba nada bien. Se recuerda que el diario fue secuestrado más de una vez por publicar determinados artículos de investigación, como uno que hablaba de investigaciones posteriores al 23-F, con ilustraciones en portada de implicados.
Al llegar Felipe González al poder, al principio le apoyaba, pero luego se enfadó con él y se convirtió en su principal enemigo periodístico. En 1986 fue defenestrado de la dirección de Diario 16, culpando de ello al Presidente socialista, y se fue jurando de todo, asegurando que haría un nuevo periódico.
En 1989 lo consiguió, fundar un nuevo periódico, El Mundo. Y poco a poco fue creciendo mientras Diario 16 agonizaba hasta su desaparición. Apoyó a José María Aznar cuando era el candidato del PP para Presidente y con cada vez más votos. Y cuando la tragedia del 11 Marzo 2004, ahí empezó su show Pedro Jota, sus cientos de portadas acusando a ETA de haber cometido aquellos atentados, aunque al final incluso Bush reconoció que sólo fue Al Qaeda. Nos aprendimos de memoria todo lo relacionado con la palabra mágica Titadyne, leíamos toda clase de complots tanto de los servicios secretos marroquíes como de los franceses contra Aznar y el PP para que ganase Zapatero, admirador confeso de Francia. La soberbia de Pedro Jota subía más y más, y llegó a publicar un libro sobre Titadyne y ETA titulado “Yo acuso”, como si se creyera Émile Zola cuando Francia estaba tocada por el caso Dreyfus. Todo esto armó mucho ruido, pero la reiteración en todos estos temas y el descubrimiento de que no pasaba eso lo desacreditó poco a poco.
Tan importante se creía que llegó a publicar una novela ambientada en la Francia post-revolucionaria, invitando al Embajador de Francia en Madrid a la presentación. Sus ansias de creerse Victor Hugo, Flaubert, Dumas o Zola juntos no había donde cogerlas.
Luego llegó el caso Bárcenas, que acertó al denunciarlo, pero Mariano Rajoy le hizo caer y ahora intenta desesperadamente recuperar el poder que creía tener. Su guerra con el nuevo director de El Mundo es cómica, y ya no podrá volver a escribir allí. De los siete Pecados Capitales, Soberbia e Ira van con él (soberbia por sus aires de superioridad y su ira al no ser el centro del Universo), Avaricia por sus ansias de poder, Lujuria por aquel vídeo nunca aclarado… Y de lo de su piscina mallorquina, mejor no hablar.


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